Samantha era la más hermosa de las mujeres. Nadie podía igualarla. Provocaba suspiros en cualquiera que la viera pasar, pero era un poco frívola, su corazón era duro como una roca, jamás ninguna emoción había hecho nada en el.
Una tarde en el rio vio el reflejo de un ser, vio unos ojos curiosos que la miraban, Samantha se sentía hechizada y viva por fin. Al minuto, El ya no estaba. Y aunque buscó no encontró a su unicornio.
Desde ese momento, Samantha se descuidó dejó de mimarse las joyas en el fondo de sus cofres, ya ni se observaba en el espejo y sus ojos verdes se cubrieron de tristeza.
Las personas del pueblo se preguntaban que siendo la muchacha más hermosa que había visto, andaba así, su pelo enredándose, su mirada ausente y como buscando algo en el horizonte.
Una noche, al paso de un peregrino. Ella se acerco y le pregunto: "Tu llevas la sabiduría reflejada y tus arrugas muestran la experiencia de toda una vida dime ¿Como encontrarlo?" El le respondió: "No se que buscas mi niña, pero cuanto menos lo busques, más rápido lo encontrarás.
Sin embargo, Samantha empezó a hilar una red. Tejió y tejió que quedó una inmensa tela que se balanceaba al viento hasta el confín del mar, Y tras un tiempo apareció su unicornio, trotando, mirándola fijamente tal vez con sorpresa en la red quedo atrapado.
Ella se acercó y acarició su piel, creyó que al caer en la red, el unicornio no podía, sino quererla siempre, como ella haría con el. Pero el unicornio le habló de lo absurdo de los amores que encarcelan y esclavizan al otro. "Aunque ates mis movimientos o me guardes en tu sitio más secreto, nada obtendrás de mí. Esta red sólo atrapa mi cuerpo, pero mi corazón no puede ser tu cautivo".
Samantha, confundida, solo deseaba que llegara el día en que unicornio fuera capaz de amarla. La red se deshizo instantáneamente, y el unicornio escapó. Samantha quedo inmóvil, tanto que su cuerpo empezó a convertirse en una estatua hermosa, la más perfecta.
Desde ese día, la estatua de Samantha en lo alto del castillo ve acercarse a muchachas enamoradas que le cuentan sus sueños, ilusiones, a niños, a hombres y a un joven arpista que toca a sus pies, tal vez en un vano intento de sacar a Samantha de su sueño eterno. Pero lo más sorprendente son las flores que rodean la estatua. Cuentan que hay alguien que llega en la primera cauda del sol, se inclina reverente ante la estatua, descansa unos instantes y se marcha, corriendo veloz galopando sobre la espuma de las olas.
Una tarde en el rio vio el reflejo de un ser, vio unos ojos curiosos que la miraban, Samantha se sentía hechizada y viva por fin. Al minuto, El ya no estaba. Y aunque buscó no encontró a su unicornio.
Desde ese momento, Samantha se descuidó dejó de mimarse las joyas en el fondo de sus cofres, ya ni se observaba en el espejo y sus ojos verdes se cubrieron de tristeza.
Las personas del pueblo se preguntaban que siendo la muchacha más hermosa que había visto, andaba así, su pelo enredándose, su mirada ausente y como buscando algo en el horizonte.
Una noche, al paso de un peregrino. Ella se acerco y le pregunto: "Tu llevas la sabiduría reflejada y tus arrugas muestran la experiencia de toda una vida dime ¿Como encontrarlo?" El le respondió: "No se que buscas mi niña, pero cuanto menos lo busques, más rápido lo encontrarás.
Sin embargo, Samantha empezó a hilar una red. Tejió y tejió que quedó una inmensa tela que se balanceaba al viento hasta el confín del mar, Y tras un tiempo apareció su unicornio, trotando, mirándola fijamente tal vez con sorpresa en la red quedo atrapado.
Ella se acercó y acarició su piel, creyó que al caer en la red, el unicornio no podía, sino quererla siempre, como ella haría con el. Pero el unicornio le habló de lo absurdo de los amores que encarcelan y esclavizan al otro. "Aunque ates mis movimientos o me guardes en tu sitio más secreto, nada obtendrás de mí. Esta red sólo atrapa mi cuerpo, pero mi corazón no puede ser tu cautivo".
Samantha, confundida, solo deseaba que llegara el día en que unicornio fuera capaz de amarla. La red se deshizo instantáneamente, y el unicornio escapó. Samantha quedo inmóvil, tanto que su cuerpo empezó a convertirse en una estatua hermosa, la más perfecta.
Desde ese día, la estatua de Samantha en lo alto del castillo ve acercarse a muchachas enamoradas que le cuentan sus sueños, ilusiones, a niños, a hombres y a un joven arpista que toca a sus pies, tal vez en un vano intento de sacar a Samantha de su sueño eterno. Pero lo más sorprendente son las flores que rodean la estatua. Cuentan que hay alguien que llega en la primera cauda del sol, se inclina reverente ante la estatua, descansa unos instantes y se marcha, corriendo veloz galopando sobre la espuma de las olas.
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